Los terremotos y los volcanes tienen, como casi todo en la
naturaleza, un jin y un jan, una de cal y otra de arena. Su poder destructivo a
escala humana ha quedado plasmado en múltiples y dolorosas ocasiones, pero
también son la señal de que "la Tierra está viva yy, gracias a eso, es
posible que nosotros la habitemos". Una perspectiva que llama a la
reflexión y que sale, como no podía ser menos, de un geólogo, el catedrático de
la ULPGC Francisco Pérez Torrado. Quizá las escalas de millones de años que
manejan estos científicos les dan una paz especial. Pero volvamos al tema.
Canarias también ha tenido lo suyo. Las islas no sólo han sufrido las
erupciones inherentes a su condición de volcánicas, sino que han sido testigos
de deslizamientos masivos que han provocado grandes olas, los temidos tsunamis.
La cuestión es, ¿volverá a pasar? ¿Cuándo y dónde?
Todo tiene su raíz en las placas tectónicas, esa especie de puzle en forma de
cascarón que flota sobre un viscoso mar de magma. La Placa Africana, en la que
viajan las Islas Canarias, se mueve hacia el Este desde que los continentes se
agrupaban en uno solo, el Pangea. "En aquellos momentos, el Atlántico era
apenas un riachuelo", revela el científico. Pues bien, cuando el océano ya
estaba "maduro", con unos 100 millones de años abierto, comenzó, de
Este a Oeste, el volcanismo que dio origen al Archipiélago. Las islas más
antiguas son Lanzarote y Fuerteventura, con 20 millones de años; y las más
jóvenes son La Palma y El Hierro, con sólo dos millones.
"Son como los seres vivos, tienen sus fases de desarrollo", señala
Pérez Torrado. "Hay un estadio juvenil, en el que la isla está inquieta y
crece más rápidamente, como un niño. Luego, se sitúa en su etapa de reposo
eruptivo, y, por último, como nosotros con la cirugía estética, tiene su fase
de rejuvenecimiento volcánico". Aunque no hay ninguna extinta, según esta
clasificación, poca cosa se puede esperar de Lanzarote y Fuerteventura, incluso
de Gran Canaria. Sin embargo, La Palma y El Hierro están en un momento, digamos,
de pubertad. "Yo llamo a Lanzarote la vieja supermaquillada, porque tuvo
que ser muy plana para que el evento de Timanfaya se extendiera tanto. Es un
ejemplo de rejuvenecimiento, pero los fenómenos más peligrosos se dan en las
fases primigenias". Las miradas se centran, entonces, en el volcanismo de
las islas occidentales; y el ejemplo de que La Palma está muy viva fue la
erupción del Teneguía de 1971.
¿Y los terremotos? Parece que no son los fenómenos geológicos más delicados
para las islas. "Nos encontramos en el interior de la placa, no en su
borde y, además, no son bordes de subducción en el Atlántico, que es cuando una
placa se mete debajo de la otra y produce los movimientos de tierra",
señala, exceptuando el ejemplo de la microplaca del Caribe, en la que se
provocó el terremoto de Haití. Es el Pacífico el que está adornado con el
llamado cinturón de fuego, y son países como Estados Unidos o Japón los que
tienen más posibilidades de verse sacudidos por seísmos. Por cada uno que se dé
en el Atlántico, habrá diez en el Pacífico. Pero, entonces, ¿por qué el Colegio
Nacional de Geólogos avisaba esta semana de que podría haber un terremoto
destructivo en la Península? Pues porque "el Mediterráneo se está cerrando
y eso sí puede traer este tipo de episodios".
Canarias ha sufrido en su historia multitud de los llamados deslizamientos
masivos. No hay más que echar un vistazo a su morfología para descubrir las
cicatrices en forma de cuchara o teatro que muerden sus costas. Buques
oceanográficos como el Hespérides, pero más frecuentemente el Meteor, con
bandera alemana, han encontrado, a los pies de estos acantilados, enormes
bloques de piedra que se desprendieron en su día del edificio principal.
En 1997, el barco oceanográfico español pudo fotografiar las grandes piedras
acumuladas frente a las costas del norte de Tenerife, huella del deslizamiento
del valle de La Orotava. Bautizaron esta especie de isla sumergida con el
evocador nombre de San Borondón.
En Gran Canaria, "cuando era una niña, hace 14 millones de años", se
desgajó el oeste de la isla, en el Andén Verde. "Provocó un tsunami del
que no hay huella, simplemente porque las islas occidentales no habían nacido
aún". Pero de lo que sí hay restos es del deslizamiento masivo de Güímar.
"Encontramos fósiles marinos a 150 metros de altitud en el interior de
Gran Canaria, que dejó allí este tsunami hace 840.000 años", indica Pérez
Torrado, que quiere dejar claras las diferencias entre un tsunami y un
maremoto. "El maremoto surge en el mar, como consecuencia de un terremoto.
Se convierte en tsunami por el rozamiento del suelo oceánico que precede la
tierra firme". Para él, lo peor no es la ola, tenga los metros que tenga,
sino que la marea puede llegar a avanzar 20 kilómetros en el interior. Para que
se vuelvan a producir estos eventos se tendrían que dar unos condicionantes
que, "hoy por hoy, no se dan", nos tranquiliza el científico, aunque
añade: "Ningún lugar de la Tierra está exento".
(Info Diario La Provincia - Diario de las Palmas 6-3-11)